Una estatua, un niño cabezón y una madre que se rió en lugar de gritar. Así descubrí, con un chichón en la frente, que lo mío era hacer reír. Esta es la historia de cómo un desastre infantil me empujó a la comedia. Literalmente.
Empezar una newsletter me daba más miedo que una trimestral. En este primer email te cuento por qué lo hice y qué puedes esperar de aquí en adelante.